ara fines prácticos, es necesario echar mano de la lingüística para apresar este concepto: una letra es cada signo gráfico de un sistema de escritura. En un alfabeto fonético puro, un fonema (sonido) simple es denotado por una letra simple, pero tanto en la historia como en la práctica, las letras, por lo general, denotan a más de un fonema. Las letras, como elementos de los alfabetos, guardan un orden prescrito, denominado “orden alfabético” y puede asignarse un valor numérico o secuencial. Las letras también tienen nombres específicos asociados a ellas. Por supuesto, es lógico considerar que estos nombres difieren con la lengua, el dialecto y la historia.
Es posible afirmar que las letras –y propiamente la escritura– es la notación física del lenguaje, situación que se lograba a través de medios manuales, a través de escribas, copistas, amanuenses, e iluminadores, etcétera. Asimismo, la invención de la imprenta representó finalmente la mecanización y establecimiento de una extendida convención de la escritura y consecuentemente del sistema alfabético, para ello fue fundamental la definición de las 26 letras que componen al alfabeto latino, utilizado en la mayoría de las lenguas europeas.
Un alfabeto es una serie de símbolos visuales simples que representan sonidos elementales, y como ya se ha señalado anteriormente, estos símbolos se pueden unir y combinar para formar una configuración visual capaz de representar todos los sonidos y palabras articulados por la voz humana, es decir, un programa integrado por signos básicos, comprensibles y fácilmente aprehensibles[1]. De aquellos inmensos grupos de imágenes que requerían infinidad de jeroglíficos se obtuvo una reducción menor de 30 signos elementales.
[1] Fontana. R. (2012). Op. cit.