undamentalmente las calles son el espacio de las ciudades, donde de forma natural, se manifiestan las novedades y las sorpresas. Las calles son territorio donde confluyen diversas posibilidades, donde se dan citan expresiones de toda índole y se enuncian desinhibida y públicamente, pues en su mayoría han sido creadas ex profeso para esos sitios. Las ciudades y en específico, las calles acumulan especial complejidad, inclusive –es oportuno aquí hacer esta indicación– un particular disgusto para ciertas personas. No siempre las ciudades y las calles generan un sentimiento de vínculo afectivo y/o de cercanía, sino que por el contrario, son capaces de generar desazón e inquietud, disgusto y sobresalto.
Esta es una antigua percepción que los habitantes de las ciudades han sentido desde tiempos lejanos. De acuerdo con Héctor Quiroz Rothe[1]: “la sensación de malestar por la metrópoli contemporánea puede considerarse como una situación generalizada y conocida para muchos de los que en ella habitamos. Inseguridad, contaminación, hacinamiento, anarquía, son términos que suelen asociarse en mayor o menor proporción a la ciudad…”.
La tranquilidad y el relajamiento de la vida rural son un anhelo para los habitantes de las urbes, así como en oposición, la agitación y trajín –la actividad incesante y la expectativa de lo inusitado, de lo deslumbrante o de lo asombroso– ofrecidos por la vida citadina son un incentivo que ha atraído como un imán durante largos años, a la gente a acercarse y avecindarse en las capitales.
…Se reconoce una contradicción entre la voluntad inherente al ser humano y el mundo que hemos construido, en el cual la ciudad ocupa una posición central. El modelo urbano occidental contemporáneo, es el resultado, de una dinámica económica que pareciera fuera de control de esta voluntad humana.[2]
Como consecuencia del intenso tránsito y tráfico que transcurren en todo momento, las calles se hallan cargadas perennemente de información para abastecer a transeúntes y automovilistas, y en vista de que el ir y venir es constante, se requiere exponer simultáneamente diversas indicaciones para todo potencial usuario.
Ante el incesante ajetreo de las ciudades, la información no tiene oportunidad de descansar, por lo tanto, la caótica marea de información se manifiesta en espectáculo incesante, en violenta vorágine. De tal suerte que la imperiosa necesidad de atender a lo imprevisible, hace manifiesta la demanda de la multiplicidad de información simultánea, y cuya apariencia será –y sin duda, podría parecer– un caos para un observador no experimentado. Esto demuestra que la premisa de la previsión informativa ha ocasionado la proliferación y como consecuencia final: la estridencia. [Véase Fig. 1]
En estos escenarios de lo insólito hallaremos expuesta una enorme cantidad de material visual, en algunos casos de corte informativo, preventivo o bien, restrictivo, donde puede poseer carácter oficial o ser publicitaria en su totalidad. Dicho material visual puede poseer un tono sobrio en su comunicación o hacer gala de imaginación y fantasía[3]. Puede tener un origen formal –en el que se atiende a las normas de comunicación de la publicidad global– o por el contrario haber surgido de la fértil imaginación popular. Es notable señalar que en multiplicidad de ocasiones esta vorágine de manifestaciones genera confusión, y sólo el ojo entrenado y experto del citadino es capaz de comprender y resolver los acertijos que la turbulencia visual provoca infinitamente.
Por lo anteriormente expuesto, y partiendo de las motivaciones que la letra es capaz de originar en diversos sentidos, tras larguísimos siglos de historia, –además de ser, en cierta forma, una apuesta de carácter lúdico, navegando entre la multiplicidad de imágenes que los conglomerados urbanos manifiestan–, se puso en marcha un proyecto de investigación-producción-creación que involucró las siguientes herramientas de carácter visual:
- la fotografía, empleada como método para registro de imágenes localizadas en el entorno urbano.
- el diseño editorial, empleado como instrumento para la compilación y soporte de los hallazgos, cuya materialización final fue un libro. (Acerca de este punto se hablará ampliamente más adelante).
- Por último, una herramienta muy relevante –que no puede quedar fuera– es un instrumento fundamental en este proceso: la edición, que es el proceso de elección y decisión de contenidos.
La edición permitió realizar la selección, ordenamiento y aprobación de las imágenes recolectadas fotográficamente, para identificar los elementos foto-tipográficos que se incorporaban semana a semana al proyecto, de tal suerte que el esfuerzo se dosificara[4] en beneficio de alcanzar la totalidad de las imágenes. A este proyecto se le designó por lo tanto –y a manera de un juego de palabras–: “Unos tipos en la calle”.
[1] Quiroz Rothe, H. (2000). El malestar por la ciudad contemporánea a través del cine. Tesina presentada dentro del Master “ Historia, arte, arquitectura y ciudad”, en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona de la Universidad Politécnica de Cataluña.
[2] Quiroz Rothe, H. (2000). Op.cit.
[3] Consultar como interesante muestra la obra “Mucho por ver. Breve muestra de gráfica popular en la Ciudad de México” (2000), publicado por el Gobierno del Distrito Federal, en la Ciudad de México.
[4] Resultó esencial llevar registro puntual de los avances del proyecto para evitar la duplicidad de imágenes fotográficas y enfocar el esfuerzo de búsqueda en pro de aquellas imágenes faltantes. Cabe señalar que ciertas letras del alfabeto latino se manifiestan con lógica frecuencia en los espacios urbanos (las primeras 5 ó 6), en detrimento de las finales, por lo tanto, ciertas grafías significaron particulares dificultades.