on el avance del tiempo, las sociedades nómadas de Medio Oriente se establecieron en sus territorios y se convirtieron en pueblos sedentarios y comenzaron a perfeccionar la agricultura, la ganadería y la creación de muy diversos artículos a través de procesos artesanales, procesos de producción y consumo que consecuentemente establecieron relaciones sociales de mayor complejidad, esto es, el comercio. Por ende, las primeras y sencillas representaciones que favorecían a la comunicación también evolucionaron, y se convirtieron en símbolos, posteriormente –en este proceso evolutivo– fueron cargadas de significados y se distanciaron de aquellos seres y objetos de los que habían originado. Ahora contenían, no solo aquello que representaron en primera instancia, sino que les fue asignada la posesión de mayores significados, significados adicionales, cosas que ya no se podían palpar u observar a simple vista, es decir, acciones e incluso ideas.
Paradójicamente, estas nuevas funciones que podrían parecer procesos más complicados, tuvieron la capacidad de facilitar la estructuración y la difusión de las ideas para más gente, es decir, de hacer los mensajes más directos para transmitir entre sociedades de mayor estado evolutivo –como se mencionó líneas arriba–. Los signos primitivos que al inicio contenían la representación de un objeto sencillo (pictograma) [Véase Fig. 1] y luego de acciones o ideas (ideograma) [Véase Fig. 2] evolucionaron paulatinamente hacia un sistema aparentemente más laborioso y minucioso pero más flexible, pues los pictogramas y los ideogramas ya no resultaban ser satisfactorios para las nuevas formas de comunicación y la transmisión de información que las sociedades requerían.
De tal suerte, evolucionaron hacia nuevas formas que poseían sonidos específicos y que podrían entretejerse en un sentido y otro, es decir, como componentes libres capaces de construir diferentes palabras –formas de mayor especificidad en comparación con los antiguos pictogramas y los ideogramas– y facilitaron la confección de un vocabulario más amplio y particularizado, acorde a los nuevos requerimientos.
Estos nuevos y más pequeños componentes podían encadenarse de innumerables maneras para construir palabras capaces de forjar más ideas, para expresar con mayor claridad la infinidad de conceptos y formas expresivas del lenguaje, y consiguientemente, la estructuración de un conocimiento dilatado en todos sentidos.
Estos grafismos significaron una forma vanguardista sistematizada para convencionalizar la comunicación escrita, accesible a las diversas civilizaciones y culturas que compartían el espacio mediterráneo[1].
[1] Fontana. R. (2012). Ganarse la letra. Cd de México, México. UAM Xochimilco.