Aspecto y configuración de las ciudades

xisten una gran diversidad de formatos de ciudades, puesto que responden a diferentes orígenes y diversas funciones, a la vez como estas pueden mutar con el tiempo, hasta reconvertirse, renovarse y sobreponerse para afrontar nuevos momentos históricos y nuevas realidades. Es decir, no todas las ciudades se caracterizan –obligadamente– por poseer fortificaciones medievales amuralladas o bien, por compactas colmenas de rascacielos. En materia de ciudades no existe ninguna clase de conditio sine qua non. En tan amplia diversidad de formatos, los grupos sociales han mostrado una adaptabilidad sorprendente y obtenido una infinidad de manifestaciones posibles para asentar –en todos los terrenos– estas aglomeraciones organizadas, tan particulares al ser humano.

Las zonas habitables y las zonas transitables

En estas demostraciones de multitud de las que hemos hablado, los grupos sociales han delimitado desde los orígenes y con especial claridad, ciertas zonas para construir edificaciones, –y a través de ello quedan marcadas puntualmente las diferencias entre lo público y lo privado–, y otras zonas especialmente para transitar de un lugar a otro, para atravesar de un sitio a otro, de una demarcación a otra, o de un barrio a otro, estos “huecos” o territorios vacíos en el conglomerado de las ciudades, son aquellas franjas transitables –o bien, espacios urbanos lineales– que puntualmente denominamos calles[1], utilizadas principalmente para el movimiento de vehículos y peatones.

La calle es un espacio público urbano, es el soporte de las actividades ciudadanas no privadas. Hablar de las calles no es otra cosa que hablar de la traza urbana: calles y bloques (“manzanas”) de viviendas agrupadas, es decir, las zonas para residir y/o laborar, y las zonas para desplazarse a través de las configuraciones territoriales (barrios), que pueden ir desde lo más simple hasta lo más enmarañado y confuso, desde trazas ortogonales precisas hasta aquellas que se resuelven como auténticos laberintos apegados a la orografía o hidrografía, u otras condiciones y retos que el terreno pudiera ofrecer.

Edificios y diversas clases de construcciones flanquean la calle y en ellas se desarrollan numerosas actividades asociadas a la vida urbana –a diferencia de la vida rural–, en estos espacios tiene presencia una enorme cantidad de información, principalmente visual: en los comercios –que ostentan aparadores y letreros–, en anuncios espectaculares, en la señalización urbana de todo tipo –informativa, preventiva o bien, restrictiva–, al igual que otros elementos de diversa índole: como la arquitectura, las esculturas y monumentos en espacios públicos, y toda clase de sucesos o manifestaciones visuales que tienen su escenario originario en la calle.

De tal forma, los conjuntos urbanos están articulados en el más amplio de los sentidos, a través calles, estas se han convertido en algunos de los principales protagonistas de la vida urbana, puesto que la vida se resuelve ahí, se desarrollan como en un escenario, todos –o una gran cantidad– los acontecimientos de carácter público de la ciudad.

Figura 1. Hipodamo de Mileto tradicionalmente ha sido considerado como el inventor, o al menos el introductor en Grecia, de la planta de ciudades con calles paralelas y rectas que partían de una red ortogonal, produciendo una cuadrícula casi perfecta. En la imagen se aprecia la ciudad de Mileto, aproximadamente en el siglo VI a.C.

Para comprender correctamente estas ideas debemos remontarnos a la época de la Grecia clásica, aproximadamente al siglo VI a.C. cuando Hipodamo de Mileto[2] planteó un esquema geométrico para diseñar los planos de las ciudades, en donde concibió una estructura de líneas rectas para formar líneas paralelas, es decir, calles.

Así, aplicó una retícula basada en cuadrados uniformes, dividiendo las ciudades en sectores de acuerdo con sus funciones: el aspecto político, el religioso, económico, deportivo y residencial.

Este fue un instrumento práctico para la planificación y la construcción de nuevas colonias. En el centro de la retícula se encontraba un espacio abierto, denominado ‘el ágora’, que servía como punto de encuentro para los ciudadanos.

Por tal razón, Hipodamo de Mileto es reconocido como el padre del urbanismo e introductor del concepto de planeación urbana. Su teoría, el “plano Hipodámico”, fue aplicada en diversas ciudades griegas como Rodas, El Pireo y en su ciudad natal, Mileto. [Véase fig. 1] Este planteamiento se sustenta en el modelo del plano ortogonal, es decir, basado en líneas rectas entrecruzadas que forman un cuadrado o rectángulo y que puede distribuirse fácilmente sobre cualquier terreno, propiciando el parcelamiento del mismo.

Como es lógico imaginar, este modelo fue heredado posteriormente a los romanos, y aplicado a la edificación sistemática de las nuevas las ciudades del Imperio Romano.


[1] Del latín callis (senda, camino). En una población, vía entre edificios o solares. Exterior urbano de los edificios Fuente de Consulta: DRAE

[2] Hipodamo de Mileto es un arquitecto, matemático, político, meteorólogo y filósofo griego (498–408 a.C.).